Descubre el mundo: una travesía emocionante por el océano
Sumérgete en una travesía épica por el océano con un intrépido periodista de viajes. Descubre su filosofía de vida y vive emociones sin límites. ¡No te quedes al margen y adéntrate en esta charla TED llena de aventuras y sabiduría!
¡Hola! Hoy quiero compartir contigo una experiencia increíble que presencié en un video de una charla TEDx. El protagonista, Miguel Ángel Vicente de Vera, relató su aventura viviendo en la Antártida y recorriendo más de 70 países alrededor del mundo. Pero lo más asombroso fue el viaje que hizo desde las Islas Galápagos hasta la Polinesia Francesa en un pequeño velero de 10 metros impulsado únicamente por el viento.
Vivir aventuras: ¿por qué?
Miguel Ángel nos cuenta que decidió embarcarse en esta travesía llena de peligros y desafíos porque deseaba vivir una experiencia única, llegar a lugares increíbles y dejar una huella indeleble en su alma. Además, tenía un objetivo muy especial: poner una flor en la tumba del famoso pintor Paul Gauguin, quien eligió la Polinesia como su lugar para desaparecer del mundo.
Pero antes de llevar a cabo esta locura, Miguel Ángel recordó el consejo de su amiga Eva: antes de dar un paso tan importante como casarse, es necesario hacer un viaje a un lugar remoto y exótico para conocer a tu pareja fuera de su zona de confort. Así que decidió embarcarse con su novia Claudia en esta gran aventura.
En busca del barco adecuado
Para llevar a cabo este viaje sin tener conocimientos náuticos ni mucho presupuesto, Miguel Ángel comenzó a buscar información por internet. Después de mucho investigar, encontró una página web llamada “Fight Club Encuentra la Tripulación”, donde propietarios de barcos se ponen en contacto con personas que desean tener una experiencia náutica. Y así, encontró a Reinhart, un alemán que se dirigía a la Polinesia Francesa desde Panamá y que aceptó llevarlos en su velero.
La travesía: un desafío inmenso
El viaje comenzó el 26 de abril y las primeras jornadas fueron maravillosas, rodeados de gaviotas, tortugas y delfines. Pero al segundo día, todo cambió. Se adentraron en el mayor desierto de agua del planeta: el Pacífico. Durante cinco mil quinientos kilómetros, Miguel Ángel y Claudia navegaron sin apenas ver nada más que agua a su alrededor.
Además, tuvieron problemas con el viento ya que no contaban con motor en el velero. La gasolina solo les alcanzaba para unos pocos días de emergencia. Pasaron varios días sin viento y Miguel Ángel comenzó a desesperarse pensando que tardarían 47 días en llegar a destino.
En medio de esta situación adversa, Miguel Ángel tocó fondo y sufrió ataques de ansiedad. Pero fue Claudia quien le dio calma y esperanza para seguir adelante.
Un encuentro inesperado
En medio del océano Pacífico, cuando parecía que todo estaba perdido, apareció Jesús. Un capitán vasco jubilado con una hija periodista viviendo en Ecuador. Jesús les ayudó a conseguir gasolina y, además, les permitió enviar un mensaje a sus padres para decirles que estaban bien.
Este encuentro inesperado fue un rayo de esperanza en medio de la nada. Miguel Ángel aprendió que en las grandes aventuras siempre aparecen personas cuando menos te lo esperas y te dejan una huella imborrable.
Llegada a la Polinesia Francesa
Después de 23 días y 23 noches, finalmente divisaron la isla de Bora Bora. La emoción era indescriptible al ver tierra después de tanto tiempo navegando en el océano. Pero esto solo era el comienzo de otra gran aventura.
Miguel Ángel y Claudia conocieron a Helle, un capitán noruego que los llevó durante un mes y medio por las islas polinesias. Disfrutaron de fiestas, buceos e investigaciones sobre las islas que visitaban. Y fue en la paradisíaca isla de Moorea donde Miguel Ángel le propuso matrimonio a Claudia con un anillo de perla negra.
Aprendizajes obtenidos
Esta travesía enseñó a Miguel Ángel muchas lecciones importantes. Aprendió a enfrentar sus miedos, salir de su zona de confort y confiar en las personas. Descubrió que no existen desconocidos, solo amigos que aún no has conocido.
Más allá del viaje físico, esta experiencia fue una verdadera escuela de vida para él. Le demostró que es dueño de su propio destino y que la vida no debe ser un camino hacia la tumba, sino una aventura llena de emociones y desafíos.
El testimonio de Miguel Ángel Vicente de Vera nos inspira a vivir aventuras, a salir de nuestra zona de confort y a confiar en las personas. Nos enseña que las grandes experiencias son las que nos marcan y nos hacen sentir vivos. Y sobre todo, nos invita a disfrutar del viaje de la vida, derrapando en una nube de polvo desgastado y gritando “¡Vaya viajecito!”
Así que no tengas miedo de embarcarte en tus propias aventuras, porque nunca sabes qué personas maravillosas te encontrarás en el camino y qué aprendizajes obtendrás. ¡Atrévete a vivir!