Descubriendo el poder del humor frente al tumor
¿Sabías que he encontrado una charla TEDx muy interesante? La protagonista es Paula, una mujer valiente y audaz que ha enfrentado el cáncer con una actitud inspiradora. En su charla, Paula comparte tres actitudes clave y nos habla sobre la cronificación de esta enfermedad.
Ella nos enseña que, aunque no podamos cambiar nuestro diagnóstico, sí podemos elegir cómo vivir nuestra vida.
Hace tres años, un intruso se instaló en mi casa sin que yo lo invitara. No, no estoy hablando de un político o una persona indeseable, me refiero a algo mucho más insidioso y peligroso: el cáncer. En ese momento, mi vida estaba en paz después de diez años de lucha constante para tener todo en orden. Pero este invasor maligno vino a trastornar esa tranquilidad.
El cáncer es como un okupa que se adueña de tu cuerpo sin permiso. Es hambriento de poder y manipulador, al igual que la inflación que azota nuestro país. Pero no me voy a hacer cargo de los políticos corruptos; estoy hablando del cáncer que ha invadido mi vida.
Este intruso tiene dos compañeros desestabilizadores: el tumor metastásico en mi hígado y el cáncer metastásico en mis huesos. A lo largo de los años, he pasado por diez cirugías para extirpar ganglios afectados en mis senos y hígado. La lista sigue creciendo.
Tomando decisiones
En 2009, abrí un sobre con temor y encontré una palabra capaz de empeorar cualquier incertidumbre: “cáncer”. Solo seis letras fueron suficientes para cambiar mi vida por completo. Fue entonces cuando comencé a tomar decisiones cruciales.
Mi primer paso fue enfrentarme al diagnóstico: cáncer de mama con metástasis en los ganglios linfáticos. Después fui a ver al oncólogo, quien me advirtió sobre los efectos colaterales de la quimioterapia: náuseas, vómitos, mareos y una de las peores consecuencias, la caída del cabello. Pero yo no estaba dispuesta a aceptar eso.
Decidí investigar por mi cuenta y encontré una solución: un casco que evita la pérdida del cabello durante el tratamiento de quimioterapia. Funcionó tan bien que nadie notaba que estaba en pleno tratamiento. Cuando terminé mi lucha contra el cáncer, decidí crear una red llamada “Quimio con Pelo”, donde acompañamos a pacientes oncológicos desde nuestra propia experiencia.
Los okupas regresan
Pensé que había dejado atrás al cáncer después de diez años de lucha intensa. Pero a finales de 2018, los okupas volvieron a instalarse en mi vida. Esta vez trajeron consigo algo mucho más grave: el estadio 4 de la enfermedad.
El estadio 4 es como una instantánea que muestra cómo se ha extendido el cáncer por todo tu cuerpo. Es considerado el peor escenario posible. Pero yo siempre voy al fondo y elegí enfrentarlo con valentía.
No permitiría que nadie definiera mi vida excepto yo misma. Aunque tenía esta enfermedad devastadora dentro de mí, tomé la decisión de vivir según mis propias reglas.
Mis actitudes paolísticas
Para sobrellevar esta situación desafiante, he adoptado tres actitudes paolísticas. La primera es que mis pensamientos son los que me definen. Vivo en un estado de amor constante: amor por despertarme cada día, amor por mi hija Venus, amor por mi trabajo, amor por mis amigos, amor por mis cicatrices y, sobre todo, amor por la vida.
Nuestros pensamientos tienen un poder increíble sobre nosotros. Siempre he creído que las personas que enfrentan el tratamiento del cáncer con pensamientos positivos y rodeados de amor obtienen mejores resultados. Incluso sus defensas no se ven tan afectadas como las de aquellos que resisten esta idea.
Un ejemplo claro del poder de nuestros pensamientos es el efecto químico que generan en nuestro cuerpo. Si tenemos una fantasía sexual y nos enfocamos en alguien atractivo, nuestro cerebro crea imágenes que desencadenan reacciones químicas en nuestras glándulas sexuales. Imaginen entonces el impacto que pueden tener nuestros pensamientos en nuestra vida diaria.
La segunda actitud paolística es no tomarme la vida demasiado en serio ni permitir que la vida me tome demasiado en serio a mí. Me considero “la reina del huevo” porque todos los días le pongo energía y pasión a cada momento de mi existencia. Aunque haya días difíciles donde me cuesta levantarme o siento dolor físico, siempre encuentro la fuerza para seguir adelante.
Y finalmente, está mi tercera actitud paolística: soy temeraria. No tengo miedo de romper límites ni importarme lo que piensen los demás. Siempre voy hacia adelante sin mirar atrás.
Me di cuenta de mi temeridad el 4 de mayo, cuando casi muero en el quirófano mientras me extirpaban parte de mi hígado. Los médicos estuvieron nueve horas tratando de resucitarme. Pero volví a la vida porque tenía un deseo ardiente de vivir.
Cuando desperté después de pasar varios días en terapia intensiva, los médicos me miraron como si estuviera loca y dijeron: “Hicimos todo lo posible, pero tienes tantas ganas de vivir que aquí estás”. Esas ganas inquebrantables son las que me definen.
Eligiendo cada minuto
Ahora estoy en tres tratamientos simultáneos: dos para el hígado y uno para los huesos. No voy a decir que es fácil; la realidad es que hay momentos en los que mi cuerpo no aguanta más y mis venas están destrozadas. Pero no puedo cambiar mi diagnóstico, solo puedo elegir cómo vivir mi vida.
Todos podemos elegir cómo queremos continuar nuestras vidas, minuto a minuto. No hay una sentencia definitiva para nadie. A pesar de las dificultades, siempre debemos recordar que tenemos el poder de decidir cómo enfrentamos cada momento.
Cuando llegue el momento final, quiero irme feliz sabiendo que siempre hice lo que quise y elegí cada minuto con valentía. Y amigos, recuerden algo sobre mí: ¡siempre uso tacones altos! Así que cuando llegue mi partida, asegúrense de hacerle unos agujeritos al ataúd, ¡porque si no, mis tacones no entrarán!
La vida puede ser impredecible y desafiante. Pero a pesar de las circunstancias adversas, siempre tenemos el poder de elegir cómo vivirla. No permitamos que los obstáculos nos definan; seamos valientes y tomemos decisiones basadas en el amor y la pasión por la vida. Cada minuto cuenta, así que aprovechemos al máximo cada momento.
Recordemos que somos dueños de nuestros pensamientos y podemos generar un impacto positivo en nuestra salud física y mental. No nos tomemos demasiado en serio ni dejemos que la vida nos tome demasiado en serio a nosotros. Seamos temerarios, rompamos límites y vivamos con intensidad.
Cuando llegue nuestro último suspiro, vayámonos felices sabiendo que hemos vivido plenamente y hemos elegido cada minuto con determinación. La incertidumbre puede rodearnos, pero depende de nosotros cómo enfrentarla.
Así que sigamos adelante con fuerza, amor y tacones altos.