La brecha digital y la inclusión: retos actuales en educación superior
¡Descubre cómo la brecha digital y la inclusión en educación superior son desafíos clave en la era del COVID-19! Adéntrate en una fascinante charla TED llena de reflexiones y soluciones tecnológicas para una sociedad más inclusiva. ¡No te la pierdas!
Bienvenidos al año 112 después del convite, vaya que ha sido un inicio de década muy complicado para todos. A principios del 2020 todos teníamos muchos proyectos por iniciar, tareas que entregar, vacaciones a donde ir y cosas que completar. Sin embargo, tuvimos que suspenderlo todo en marzo del mismo año. La Organización Mundial de la Salud dictaminó que existía una pandemia por COVID-19 y el mundo se detuvo. Especialmente las organizaciones que dependen de una alta e intensa interacción social para funcionar, como el sector educativo.
La brecha digital
Hablemos primero sobre la brecha digital. Este término se refiere a la distancia que se crea entre las personas que tienen acceso a la tecnología y aquellos que no lo tienen. Desafortunadamente, esta brecha cada vez es más grande y durante la pandemia hemos visto cómo se ha ampliado aún más.
No es algo nuevo, desde el momento en el que comenzó a haber un mayor acceso a internet empezamos a ver este fenómeno con mayor frecuencia. No es exclusivo de países en vías de desarrollo; de hecho, es muy notorio cómo existe una gran disparidad en el acceso entre áreas urbanas y rurales dentro del mismo país.
Es curioso cómo incluso dentro de zonas urbanas puede haber una gran diferencia dependiendo del extracto socioeconómico al cual pertenezcas. Puedes estar rodeado de antenas celulares pero si no tienes los medios para conectarte sería como estar en un desierto sin señal.
Aunque la penetración de internet ciertamente es alta hoy en día, incluyendo en países como México, no es universal. De hecho, en el 2019 la Unión Internacional de Telecomunicaciones, dependiente de la ONU, informó que más de la mitad de la población mundial no tenía acceso a internet. Esto fue antes de la pandemia y demuestra lo lejos que estamos aún.
A lo largo del tiempo ha habido muchos proyectos para tratar de reducir esta brecha digital. Por ejemplo, a principios del 2000 existió una fundación llamada “Una laptop por niño”, donde se diseñaron y regalaron equipos de cómputo a niños en situación vulnerable. En México, durante mediados de la década pasada, el proyecto “México Conectado” intentó dar cobertura a internet en todo el país creando nodos en cada población. Y recientemente, el proyecto “Luna” de Google trata de hacer algo similar utilizando globos aerostáticos para proveer internet en zonas marginadas y difíciles acceso.
Estos esfuerzos son muy loables y han sido muy buenos hasta ahora. Sin embargo, no han sido suficientes. Nosotros como universidad no solo tenemos que lidiar con la falta de acceso a internet sino también cómo podemos proveerles un medio viable para aprovechar todas las clases.
La enseñanza virtual
Ciertamente, la mayoría de los estudiantes cuentan con un equipo tecnológico en su bolsillo: sus teléfonos móviles. Estos dispositivos son ideales para coordinar agendas sociales, tomar fotografías oír música y jugar; pero no para tomar todos sus cursos académicos. Además, hay que considerar que al menos en países en vías de desarrollo, la mayoría de los estudiantes hacen uso de internet móvil a través de sistemas de prepago. Por lo tanto, en una videoconferencia, el consumo de datos puede ser un problema.
Por lo tanto, tenemos que buscar la manera de proveerles este acceso. Pero no solo se trata del software y hardware; también tenemos que repensar la manera en cómo damos clase. Durante el año pasado aprendimos lo difícil que es dar clases a través de una cámara web y tuvimos que reorganizarnos y reinventarnos para otorgar una mejor calidad educativa a nuestros estudiantes.
Los planes de estudio, los programas y las clases deben ser rediseñados bajo este nuevo contexto para promover el autoaprendizaje y el autodescubrimiento. Además, se deben proveer suficientes herramientas de retroalimentación para que los alumnos independientemente de su acceso se sientan integrados.
Inclusión
La pandemia nos ha enseñado lo democrático que puede ser el confinamiento. Aquellos que hemos tenido la fortuna de quedarnos en casa hemos experimentado las mismas dificultades al lidiar con la tecnología para poder dar clase. Esto ha generado un sentimiento tangible de empatía hacia aquellos que están en las mismas circunstancias.
En este período de encierro es la primera vez que todos podemos tomar la misma clase en ciertas condiciones igualitarias. Siempre y cuando tengamos acceso a internet, no importa nuestro grado movilidad física o nuestra clase socioeconómica; todos recibimos la misma educación. Esto me parece fascinante y creo que es un tema relevante que estudiaremos en los años venideros.
Las universidades ya trabajan con presupuestos muy ajustados, especialmente en países en vías de desarrollo. Soñar con dar una educación para todos aquellos que quieren ingresar a nuestras instituciones es un sueño casi imposible de alcanzar. Sin embargo, la pandemia nos ha demostrado que es posible ampliar nuestra cobertura utilizando los medios tecnológicos existentes y siendo creativos.
No puedo pasar por alto el gran dolor que la pandemia por COVID-19 ha provocado en todo el mundo. Millones de familias han perdido seres queridos y esto es terrible. Sin embargo, también hemos descubierto que las organizaciones como las universidades son resilientes y tienen un alto grado de adaptabilidad. Hemos inventado soluciones creativas para lidiar con la situación y aprender de ella.
Cuando lleguemos a la “Universidad después del Comité”, estoy seguro de que llegaremos fortalecidos. Debemos aprovechar todos los avances tecnológicos ocurridos durante este tiempo y aprender que bajo cualquier plataforma debemos promover sentimientos de empatía e inclusión. Debemos dar a la sociedad algo a cambio por todo lo que nos brinda, creando día a día mejores seres humanos.
Muchas gracias por su atención.